Placeres eternos

La comida y el sexo siempre han ido de la mano. La gastronomía ha colocado en la cúspide afrodisíaca alimentos como el marisco, el chocolate o las fresas por su capacidad de elevar el deseo libidinoso de los que los ingieren.

Obviando algunos clichés como la famosa escena de Nueve semanas y media en la que Kim Basinger y Mickey Rourke juegan con aceitunas, cerezas, gelatina, fresas, champán de manera sensual hasta acabar “enredados”, es cierto que la combinación de comida y sexo es en ocasiones perfecta.

La razón de que la mezcla sea explosiva y satisfazga los deseos más escondidos se debe a la respuesta de dos instintos primarios: alimentación y reproducción. Quizás el mito de la copulación de la pareja de mantis religiosa haya reforzado esta idea pero no se puede negar que el ser humano, aunque quiera reprimir estos impulsos, se deja llevar por estos “dos pecados” en busca del goce y el disfrute.

Comida y sexo continúan de la mano en un aspecto primordial: la boca. La cavidad bucal nos ayuda a la ingesta de alimentos y es parte esencial en las relaciones sexuales debido a los distintos verbos que entran en juego como succionar, lamer, besar, morder… Otra de las evidencias de esta relación inseparable se encuentra en las distintas formas de algunos alimentos que sugieren la representación de los órganos reproductores.

En el pasado año, la explosiva relación sexo y gastronomía llegaron a la fotografía española con Del bodegón a la Porn Food. Este término anglosajón que significa “comida porno” recoge la el concepto de una fotografía gastronómica basada en los parámetros de la fotografía pornográfica.

Así, bajo esta idea de extrapolar los quehaceres de la fotografía porno se extrapolan la iluminación, la composición, los protagónicos primeros planos y el tratamiento de esta a la nueva fotografía gastronómica en España.

Yanet Acosta reúne en esta exposición a grandes figuras de la fotografía culinaria como Francesc Guillamet y Mikel Alonso. Los colaboradores de grandes chefs como Ferrán Adriá y Juan María Arzak respectivamente, se unen junto a Guillermo Navarro, Paco Roncero, Matías Pérez Llerá o Félix Soriano para a través de 50 imágenes dar pequeños bocados con cada fotografía.

Muchas de las imágenes de la exhibición apelan a la relación entre sexo y gastronomía ya que se juegan con las formas de los propios alimentos mientras que en aquellas en las que simplemente el sexo no aparece de manera explícita se detalla en el tratamiento de la foto.

Con Del bodegón al Porn Food, Acosta quiere mostrar cómo se ha desarrollado la fotografía gastronómica en España y cómo ha sido el motor de difusión en la sociedad hasta el punto en el que son pocos medios los que no cuentan con una sección dedicada a este apartado. La fotografía culinaria ha dejado de ser las imágenes cenitales y planos centrados de los libros de cocina de los años 80. Ahora se compone y se diseña pensando en un tratamiento tan radical que aproxima estas imágenes a las de la fotografía pornográfica.

En definitiva, sexo y comida aparecen como una excusa placentera en la unión de ambos en otro territorio más: la fotografía gastronómica que nos devuelve el arrebato de devorar con los ojos, de “degustar el color, oler la textura, comer la luz y beber las formas”.